Alcaraz avanza en su primer trámite ante el prometedor Mark Lajal (7-6, 7-5, 6-2) | VIDEO-RESUMEN

Carlos Alcaraz pone el pie en la Centre Court y regresa exactamente como salió hace un año: victorioso, feliz, disfrutón. Le vale con ir a medio gas, aunque encuentra una sorprendente exigencia: 7-6(3), 7-5 y 6-2, en 2h 22m. Fecunda escenificación ante el estonio Mark Lajal, quien juguetea con la raqueta y colabora para que sea entretenido ; puestos a caer, piensa con ese instinto de la Generación Z, mejor pasándoselo bien.

Tienen 21 años (2003 los 2 ) y su ánimo les empuja a intentar entretener. Poco le hace falta al murciano para arrancar suspiros y el contrincante no desmerece la ocasión, por el hecho de que no se ha visto en otra igual —seis partidos en la élite, mucho más derrotas (4) que triunfos (2)— y trata de estar a nivel ; al fin y al cabo , no todos y cada uno de los días se abre un torneo como Wimbledon, único entre los únicos, y no hay demasiadas ocasiones de jugar contra Alcaraz, que en términos confrontados aprieta lo estrictamente preciso. Con un par de oportunos acelerones es suficiente. Al ralentí, que esto es largo; pero sin confiarse. Soluciona el primer parcial con un demarraje certero en el desempate y recupera otra vez el terreno concedido en el segundo con una rotura en blanco y otro empentón que devuelven a Lajal (269º de todo el mundo , diestro, considerable planta) a la verdad. El tercero cae de forma directa hacia su lado a las bravas, simple inercia natural; mismo espíritu hedonístico, 2 mundos distintas a la hora de competir.

Lo aplaude David Beckham desde la primera línea del Royal Box, envuelto el Sir en su muy elegante traje tostado. Sabe algo la lengua inglesa —pie derecho con apariencia de banana— de parábolas inviábles , de curvas pronunciadas y de efectos, y agradece los detalles artísticos que escupe de vez en cuando el cordaje del español, especial en el momento de volear pero contundente en la ejecución desde el fondo. Prioriza esta vez la practicidad, es una primera ronda amable. Pero siempre y en todo momento hay datos. ”El salvador del tenis (que todavía vive con su madre)”, le califica el magacín del Sunday Times, subrayando la excepcionalidad de un tenista que escapa al tedioso pim-pam-pum que fué adueñándose del presente. Así que él gira la muñeca y tira la dejada, y la pelota cae a cámara lenta sobre el césped mullido, ahora quisiese Wembley, todavía sin calvas en los fondos. Va esto de trayectorias, y reacciona el público boquiabierto cuando el revés cortado traza una deliciosa diagonal de arriba abajo, fulminante.

Tiene el tenis de Alcaraz esos toques tan pictóricos y también algo de científico; la ingravidez, esos escorzos flexibles al resto en los que contorsiona el leño tal y como si fuera de goma, o el vertiginoso viaje giratorio de la bola en el momento en que aplica la palanca como un latigazo. A todo gas, cuando desea. Viene la familia de Lajal de todo el mundo del motor y el estonio, contaba estos días, admira la voracidad de Verstappen y el vértigo de la Fórmula 1, tal es así que sigue disfrutando pese a que a la hora de la verdad , el murciano le niegue, de nada sirven esos dos 0-40 por el hecho de que poco logra. No se descuelga el estonio, que no es poco. Está aquí para saborearlo y el público agradece el arrojo, el insistir y el ir al choque, sin complejos. Nuca y sienes casi al cero, corona de rastas como la cornamenta de un reno, se va ovacionado y Alcaraz —contra Aleksandar Vukic (69º) en la segunda estación; 6-7(9), 6-4, 6-4, 3-6 y 7-6(8) para el australiano ante Sebastian Ofner— se aúna al aplauso porque el tenis no deja de ser un mero juego y, reza su manifiesto, nada tiene bastante sentido si no hay algo de divertimento de por medio.

TiroAlpalo